El extermino político inicial perpetrado por las fuerzas golpistas en 1936 dio paso en los años posteriores a una despiadada explotación laboral. El trabajo forzado fue el complemento a un abanico de medidas represivas entre las que sobresalió el asesinato de unas 150.000 personas. Improvisaron campos de concentración donde trabajaron y murieron miles de vencidos. Todos aquellos que se considerasen no adictos a los golpistas podían engrosar estos batallones de esclavos. Más de 90.000 prisioneros formaron parte de los Batallones de Trabajadores creados en 1937 y disueltos en 1940. Y más de 50.000 sufrieron después en los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores, que no se disolvieron hasta 1945. Sin contar a todos los integrados en el Sistema de Redención de Penas por el Trabajo (del que se beneficiaron muchas empresas privadas), en el que llegaron a trabajar hasta 28.000 presos y presas en 1943, descendiendo el número desde entonces.
Esta compilación de documentales otorga voz a quienes sufrieron el drama del trabajo esclavo en diversos escenarios geográficos de la España franquista.
Desafectos, documental realizado por Eguzki Bideoak en colaboración con el Instituto Gerónimo de Uztáriz, recupera la memoria de los batallones de prisioneros que abrieron carreteras en el Pirineo navarro.
Campos del Silencio, realizado por Eloísa Terrón, se ocupa del trabajo de presos en las minas de Fabero del Bierzo (León).
Palabras de Piel, de Ciani Martín, trata sobre las carreteras abiertas por un Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores (Penados) en las montañas de las Islas Canarias.
Y Presos del Silencio, obra de Eduardo Montero y Mariano Agudo, habla sobre los presos y familiares de la Colonia Penitenciaria Militarizada encargada de la construcción del Canal del Bajo Gualdalquivir, en Andalucía.