Una de las pocas cosas que tengo claras como historiador es que la Historia es una tarea colectiva que requiere un debate permanente. Quizá no exista la objetividad, pero sí la honradez intelectual en el trabajo de una ciencia social que tiene unos instrumentos para analizar críticamente, corroborar o refutar lo planteado, e ir avanzando así en el conocimiento del pasado y, por lo tanto, también en la comprensión del presente. Creo que, en los tiempos que corren, no está de más reivindicar el valor de la ciencia histórica frente al relativismo que pretende anular su función social. Y para mí el Gerónimo de Uztáriz ha sido un espacio fundamental en esa tarea. Cuando asistí por primera vez a un seminario organizado por el IGU, hace ya más de tres lustros, venía de un congreso que me había parecido tan sobrado de protocolo como falto de reflexión colectiva. Nada que ver con aquel seminario del IGU, y con los que siguieron. Entonces crucé una puerta tras la que encontré el espíritu crítico, la libertad y el rigor necesarios para hacer ciencia social. Muchas gracias a todos los que la han tenido 35 años abierta. Y que cumpla muchos más…
Javier Dronda Martínez