El IGU en la historia de un desencuentro. César Layana

El IGU en la historia de un desencuentro

    Cuando nacía el Instituto Gerónimo de Uztariz yo justamente había comenzado mi carrera universitaria, en la que todavía estaba aterrizando. Por ese motivo, de sus inicios conozco más por la prensa y la asistencia a algunas de sus actividades públicas que por la participación en su vida interna. Pero ya entonces me sorprendió gratamente la confluencia de docentes de enseñanzas medias e investigadores universitarios que pretendían compartir una forma de hacer historia diferente a la que era hegemónica en aquellos años en esta tierra.

     Viene al caso este recuerdo porque la experiencia profesional en la educación secundaria y el contacto con la universidad por vocación investigadora me han seguido mostrando el habitual desencuentro, salvo rara excepción, entre los dos ámbitos, que viven de espaldas el uno al otro. Para no pocos profesores universitarios, por supuesto también en nuestra disciplina, los docentes de medias somos, en líneas generales, unos mediocres poco motivados que hemos claudicado tanto ante unas jóvenes generaciones alérgicas al esfuerzo intelectual como ante «la alianza de los psicopedagogos, los políticos y otros psicópatas»; palabras éstas de Arturo Martínez Reverte, quizá quien de manera más demoledora ha expuesto esta prejuiciosa visión, que, conviene no olvidarlo, es compartida también por un buen número de profesores de secundaria.

     En el caso de la historia, el análisis suele completarse con un repudio de una enseñanza demasiado centrada en la contemporaneidad, y la consecuente añoranza de una historia enciclopédica (sin recordar, probablemente, que cuando esta se ha aplicado en los planes de estudios ha sido precisamente a costa de la contemporaneidad, a la que generaciones enteras jamás han tenido acceso en su formación escolar). El último ejemplo de esta visión puede encontrarse en la entrevista a un prestigioso modernista en la revista Aula de Historia Social.

     No faltará quien pensará que estas afirmaciones son la justa venganza ante el desinterés de buena parte del profesorado de medias por el trabajo de los investigadores universitarios. Y es que en no pocas ocasiones sorprende la vigencia actual de discursos y tópicos que ya habían entrado en crisis cuando el Gerónimo veía la luz. Aunque quizá no sea tan de extrañar si consideramos la dificultad de sustituir modelos explicativos, que se han cuestionado, pero no sustituido, por otros renovados.

     Uno de los escasos espacios que he encontrado para ese diálogo ha sido el Instituto Gerónimo de Uztariz, que, especialmente en los últimos años, ha mostrado un interés escasamente habitual por el ámbito de las enseñanzas medias y su renovación metodológica. Los dos congresos celebrados, cursos, seminarios y jornadas de formación para el profesorado, la relación con otras redes docentes, y un grupo de trabajo, Gogoan, para la reflexión sobre el trabajo de aula y la aplicación docente de metodologías renovadas, como el uso de fuentes orales, dan muestra de ese interés. Confiemos en que ese espacio de reflexión y renovación siga siendo fecundo, y que profesores e investigadores podamos establecer una comunicación más fluida y fructífera.

César Layana